¿CON QUIÉN ME JUNTO?

Hay esencialmente dos cosas que te harán sabio: los libros que lees y la gente que conoces” dijo Jack Canfield.

Los contextos y las personas en los que nos movemos pueden ser unos grandes aliados o perfectos enemigos. 

Nuestro entorno influye, muchas veces de forma inconsciente, en nuestra manera de ser, nuestros hábitos y en conseguir lo que nos proponemos.

Somos seres conectados, lo que percibimos está en parte determinado por las creencias que aprendimos, de donde venimos, los lugares que visitamos, las cosas que vivimos.

Muchos de nosotros vigilamos lo que comemos cada día: calorías, nutrientes y cantidades. Cuidamos de nuestro cuerpo, pero descuidamos qué come nuestra mente.

¿No es incoherente que el tiempo que dedica una persona al cuidado del espíritu es mucho menor al tiempo del deporte, gym o los eventos sociales?

Si no hay tiempo de meditar, leer, concretar un espacio para el crecimiento personal, al menos cuidemos con quien nos juntamos. 

Deberíamos cuestionar el “material” que permitimos que entre en contacto con nuestra mente. O la expande, o la contrae.Las personas con las que nos juntamos también.

En el campo argentino y en el tango se habla de la “mala yunta”. La yunta es un par de bueyes o cualquier animal de tiro, que realizan las tareas en el campo.

Cómo están unidos por el yugo -un artefacto de madera que los mantiene juntos- el mal comportamiento de uno se transmite al otro. Ambos acaban haciendo lo mismo, por ejemplo que se desvíen del surco que deben arar.

Las conexiones hacen que seamos quienes somos, cómo pensamos y creamos, resolvemos, planeamos.  

Los niños imitan a sus padres, hermanos mayores y también aquello que ven en la TV. Lo hacen para aprender, pero también para ser iguales a los demás, para sentirse integrados en un grupo social. Así como los niños, los adultos también.

Jim Rohn dice que “Nos convertimos en una combinación de las 5 personas con las que pasamos más tiempo. Podemos adivinar la calidad de nuestra salud, actitud e ingresos con tan solo mirar a las personas que nos rodean. Con el tiempo empezamos a comer lo que comen, hablar como hablan, leer lo que leen, pensar lo que piensan, ver lo que ven, tratar a la gente del mismo modo o incluso vestir igual que ellos”.

La influencia es muy sutil, invisible, silenciosa, se acumula con el tiempo. Es como estar tumbado en una colchoneta hinchable en el mar. Crees que flotas y permaneces en la misma posición, hasta que miras y te das cuenta de que una corriente moderada te ha desplazado 800 metros de la costa. Esto es lo que Darren Hardy denomina el efecto compuesto.

Todos buscan originalidad. Irónicamente, está justo ahí dentro de ellos, pero la mayoría de las personas están demasiado ocupadas siendo otra persona.

Para ser exitosamente creativo tenés que  darte cuenta de que está bien ser vos mismo. Parece una estupidez, la letra de una banda de rock mala, una nota en una galleta de la fortuna.

El conocimiento personal te permitirá descubrir qué tenés para ofrecer  de especial al mundo.

Pregúntate: ¿Cuál fue la mejor idea que tuve? ¿Cómo es que se me ocurrió? ¿Cuándo soy más creativo? Nutrí tu enfoque individual. Tu personalidad es más importante. Ser la mejor versión de vos mismo es mucho más interesante que una mala copia de otra persona.

Desde hace un tiempo tengo dos obligaciones primarias:

Elegir a conciencia con quien comparto mi tiempo.

Aprovechar al máximo tu singularidad

Consumir lo que es popular es mucho más fácil que hacer la actividad mental y emocionalmente agotadora del auténtico discernimiento. Además, tener el coraje de declarar abiertamente lo que ha discernido que podría no ser tan popular no deja de tener repercusiones. Y este tipo de valentía muchas veces es desagradecido y desalentador. Pero también es un ejemplo en un mundo donde la opinión popular es a menudo quien decide lo que está bien y lo que está mal.

Carolina Cacio Escritora ninja y aventurera creativa. Leer más→

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